Continúa la falta de solidez del Madrid. El centro del campo se rompe con una facilidad extraordinaria, Diarra pierde el sitio y Sneijder parece ausente. Con estos mimbres, el Bernabéu parece un correcalles interminable en el que cualquier pequeño crece como la sombra que se proyecta sobre un muro elevado. Manzano lo entendió bien y busco la espalda de Marcelo y Ramos con las subidas de Varela y la calidad de Arango.
Dos puñales para buscar una hemorragia en la problemática de las coberturas blancas, con las que Schuster parece no saber qué hacer. Su alternativa es la pegada de Van Nistelrooy y la habilidad de Robinho. Ayer el brasileño salió al paso una vez más, logrando dos goles e inventándose el tercero. La puntilla la puso Van the Man, en fase de crecimiento tras una pretemporada en blanco.
Entre tanto, los bermellones demostraron lo fácil que es exhibirse en un estadio convertido en fortín más por falta de conciencia ajena que por juego propio. La excelencia de Villareal o Valencia parece esfumarse, la apuesta merengue ahora es la pegada. Mientras le dure seguirá arriba, pero en días de desatino se prevén problemas en Concha Espina.
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