Se acerca el primer tercio de Liga con el Madrid líder, pero la identidad difusa. Tanto que cada vez resulta más complejo discernir entre la excelencia prometida por el profeta Calderón y el resultadismo del desterrado Capello. El equipo gana, es líder de la Liga y de su grupo de la Champions, pero el sopor aumenta y la desesperanza hastía al Bernabéu. De hecho, el fútbol del Madrid de final de temporada, no por juego, pero sí por agresividad y garra, transmitía de lejos más que el actual. Y quizá con el bloque conformado y la Liga en el bolsillo, Capello habría mejorado su estilo.
Dirán los apologéticos del alemán que a estas alturas el Madrid del año pasado era peor, en juego y resultados. Cierto, como también el argumento de los profanos del actual inquilino del banquillo merengue de que Schuster va siempre de más a menos. Lo refrenda su campaña en el Xerez, donde empezó como un tiro y acabó desarmado, y su año como preparador del Levante, al que llevó de la Champions a puestos de descenso, para acabar bajando a Segunda tras su destitución.
Pero más allá de su pobre bagage de buen juego en Concha Espina, la tristeza que transmite su estancia en el club blanco le ha agriado el carácter y le ha devuelto la soberbia del ácrata Ángel rubio. Ahora se compara con el invencible Federer y ningunea a sus rivales. Si Capello hubiera mostrado por el enemigo tal falta de respeto, la prensa de Madrid habría firmado su finiquito. Sin embargo, ninguno cirio se ha liado con el bávaro. ¿Por qué? Los medios de la capital están dejando sus posaderas al raso por alguien que les desprecia. Inconcebible.
Dirán los apologéticos del alemán que a estas alturas el Madrid del año pasado era peor, en juego y resultados. Cierto, como también el argumento de los profanos del actual inquilino del banquillo merengue de que Schuster va siempre de más a menos. Lo refrenda su campaña en el Xerez, donde empezó como un tiro y acabó desarmado, y su año como preparador del Levante, al que llevó de la Champions a puestos de descenso, para acabar bajando a Segunda tras su destitución.
Pero más allá de su pobre bagage de buen juego en Concha Espina, la tristeza que transmite su estancia en el club blanco le ha agriado el carácter y le ha devuelto la soberbia del ácrata Ángel rubio. Ahora se compara con el invencible Federer y ningunea a sus rivales. Si Capello hubiera mostrado por el enemigo tal falta de respeto, la prensa de Madrid habría firmado su finiquito. Sin embargo, ninguno cirio se ha liado con el bávaro. ¿Por qué? Los medios de la capital están dejando sus posaderas al raso por alguien que les desprecia. Inconcebible.