Llama la atención ver cómo el grueso de la prensa deportiva madrileña secunda la apuesta de Calderón por Schuster aún cuando la filosofía de éste se aproxima con celeridad creciente al catenaccio Capellista. Son pocas las empresas que despiden a un trabajador que ha cumplido los objetivos para "buscar la excelencia" y resulta irrisorio si ésta se identifica con el sopor de ver al campeón de liga pedir la hora ante un Getafe que mostró una lucidez en su juego, tan distante del mostrado por su rival como los presupuestos entre ambos dictan.
Pero más curioso es aún ver cómo funciona una especie de estructura invisible -agentes e intereses presionando las cotizadas voces del Carrusel- que tiraba dardos envenados al entrenador italiano por hacer lo mismo por lo que ahora lanza flores al profeta germano. Y si la referencia es el final de liga, el crédito del actual inquilino del banquillo merengue es aún menor, aunque se acreciente en cada portada a medida que su carácter se agría con la prensa -al ser cuestionada su política de rotaciones antes de formar un bloque-, precisamente el talón de Aquiles de Capello en su estancia en la capital de España.
Schuster no ha levantado tampoco el veto a la prensa pasado el primer cuarto de hora de cada entrenamiento, lo cual hace más difícil aún comprender tanta benevolencia con el kaiser germano, frente a la inquina suscitada por el sargento transalpino. Quizá tenga algo que ver con el buen trato que el ex-técnico del Getafe dispense al núcleo duro del vestuario, sobre todo a Raúl, vaca sagrada pese a tres años de nulo rendimiento, o quizá sea que, ante el tedio compartido por ambos entrenadores, la rubia fisonomía de Schuster resulte más agradable para las primeras planas que la sobriedad del rostro de Capello.
Pero más curioso es aún ver cómo funciona una especie de estructura invisible -agentes e intereses presionando las cotizadas voces del Carrusel- que tiraba dardos envenados al entrenador italiano por hacer lo mismo por lo que ahora lanza flores al profeta germano. Y si la referencia es el final de liga, el crédito del actual inquilino del banquillo merengue es aún menor, aunque se acreciente en cada portada a medida que su carácter se agría con la prensa -al ser cuestionada su política de rotaciones antes de formar un bloque-, precisamente el talón de Aquiles de Capello en su estancia en la capital de España.
Schuster no ha levantado tampoco el veto a la prensa pasado el primer cuarto de hora de cada entrenamiento, lo cual hace más difícil aún comprender tanta benevolencia con el kaiser germano, frente a la inquina suscitada por el sargento transalpino. Quizá tenga algo que ver con el buen trato que el ex-técnico del Getafe dispense al núcleo duro del vestuario, sobre todo a Raúl, vaca sagrada pese a tres años de nulo rendimiento, o quizá sea que, ante el tedio compartido por ambos entrenadores, la rubia fisonomía de Schuster resulte más agradable para las primeras planas que la sobriedad del rostro de Capello.
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